La Nochebuena de don José Campero*

(por Juan Francisco Peón Ancona, cronista de Mérida)


Bien confesado y comulgado como le aconsejó el señor obispo de la Diócesis, el maestre de campo don José Campero, novelesco gobernador y capitán general de Yucatán, acudió puntualmente a su cita en la Catedral a punto de sonar las 12 campanadas de la medianoche, en medio de obscura soledad. Fue cuando una mano misteriosa abrió la puerta mayor de la Iglesia, dando paso al interior al señor Campero, cerrándose después.
Aquella nota impresa que había hallado el gobernador a la hora del almuerzo en su servilleta, decía más o menos así: “Don José Campero/ a las doce de la noche/ en la Catedral te espero”. La nota carecía de nombre o firma alguna, pese a lo cual decidió acudir al encuentro. Hasta aquí llega lo que entonces se supo, ya que el gobernante murió cuatro días después, ignorándose hasta hoy lo que ocurrió en la misteriosa cita ni con quiénes se entrevistó en el interior del templo, no faltando aquellos que se atreven a afirmar que fue con seres de ultratumba, o con altos funcionarios del clero, la Inquisición o los Jesuitas, quienes lo llamaron a capítulo o sometieron a severos reclamos. Sólo se sabe que al día siguiente, don José fue hallado en estado de inconsciencia en el presbiterio, atacado de alta fiebre y bañado de copioso sudor que llegó a traspasar y dañar la cubierta de terciopelo del sillón ceremonial en que se hallaba sentado. Llevado a su residencia, el gobernador falleció cuatro días después, el 29 de diciembre de 1662, sin recuperar el conocimiento ni hablar con nadie. Fue enterrado en la cripta de los gobernadores en la S.I. Catedral de Mérida.
Es útil señalar que el maestre de campo don José Campero de Sorredevilla, gobernador y capitán general de la Provincia Yucatanense (1660-1662), era un viejo y fiel militar de la Corona Española, cuya administración, a diferencia de otras anteriores, se distinguió por la paz y la cordialidad que desplegó entre los diferentes estamentos civiles, militares y religiosos de la comunidad. Son por ello poco creíbles las supuestas llamadas de atención inquisitoriales u otras que le atribuyen en su famosa cita, algunos autores.
Y ahora surge la pregunta: ¿Tiene algo qué ver la leyenda de don José Campero con la Navidad? La respuesta es: sí y mucho, sobre todo si consultamos a los insignes historiadores de Yucatán, el Illmo. señor D. Crescencio Carrillo y Ancona, Obispo de Yucatán, y el licenciado D. Juan Francisco Molina Solís, en sus obras “El Obispado de Yucatán” y la “Historia de Yucatán durante la Dominación Española”, respectivamente. Ambos afirman que el mentado suceso de don José Campero carece de sustento histórico y sólo pertenece al campo de los chismes históricos. Alegan que nunca pudo ocurrir, ya que la noche de la célebre cita en la Catedral coincidía con la Nochebuena de Navidad cuando el jacarandoso pueblo de Mérida, celebrando jubilosamente la festividad, cual acostumbraba ancestralmente, invadía la plaza mayor y el atrio del templo, en espera del comienzo de la solemne Misa de Gallo que oficiaba el señor Obispo de la Diócesis, precisamente a las 12 de la noche, hora de la supuesta cita. Además -añaden los historiadores- es sabido que esa noche se inauguraba la rica sillería del nuevo coro de canónigos, mandada a elaborar por el Illmo. Obispo D. Luis de Cifuentes y Sotomayor (1657-1676), trayendo para ello a los mejores artesanos de Puebla y de la capital de Nueva España. ¿Es posible -se preguntan dichos autores- que todo un gobernador de Yucatán anduviese en la Catedral, en dichas circunstancias, entrevistándose con ánimas en pena o con inquisidores? Por otra parte, dados los síntomas que presentaba el gobernador Campero en sus últimos días -calentura, sudoración y vómitos de sangre- eran propios de la Fiebre Amarilla, que en terrible epidemia asolaba entonces la Península de Yucatán. Más claro, ni el gallo canta.
Pero aún así, no faltan autores -antiguos y modernos- que se empeñan en forzar argumentos para dar veracidad a esa que es sólo una romántica leyenda yucateca. Y es que a todos nos subyugan las leyendas y creer en ellas, sobre todo si son misteriosas como la de don José Campero y su cita en la Catedral. Por otra parte, las leyendas son necesarias para alimentar la tradición en pueblos de vieja cultura como Yucatán.- Mérida, Yucatán.
*Tomado del Diario de Yucatán (Domingo 23 de diciembre de 2012)

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